Dicen que los amigos se conocen en las maduras más que en las buenas...
Dicen que más importantes somos los que estamos...
Dicen por ahí que los amigos son para siempre, que no importa el lugar, las distancias, las circunstancias...
Nos pasamos la vida creyendo que conocemos a las personas... Aún espero respuesta... Nos pasamos la mitad de la vida conociendo a alguien para darnos cuenta, en la última mitad, de que no conocemos nada...
Una vez arriesgas todo lo que eres, todo lo que tienes... Una vez dejas la sangre en la arena por "ese" ideal... Una vez quedas en silencio, escuchas el eco del corazón y aprendes a ver con los ojos del alma... Y una vez es que hablas, gritas y peleas para luego fundirte en un largo abrazo... con tu alma gemela...
Y en el transcurso de la vida aprendes mucho más de ese ser especial que puso el Señor en tu camino, pero, de todo lo que aprendes, lo más importante es que ellos nunca juzgan, nunca sentencian tus decisiones y nunca te dejan varado en la arena... Nunca.
Debo agradecer a los amigos que tengo. Los que son como hermanos... De esos que no te invitan el capuccino sino que te enseñan a hacerlo... De los que no tienen saldo en sus celulares para llamarte, pero te escriben tres palabras en tu correo (te quiero mucho)... Gracias a los amigos que no pueden visitarte en casa, pero que corren a un teléfono público con 20 céntimos para saber cómo estás... Gracias a los que no pueden hablar, pero tienen el abrazo más sincero... gracias a los que recién aparecen y que es como si los conocieras de mil años...
No podemos jugar a ser dioses, a tener la verdad en los labios y el perdón en la mano como si fuésemos seres supremos exentos de cualquier error humano... Somos lo que somos...
Y al final de los tiempos me vine a dar cuenta que la única decisión equivocada fue dejar algo más que la piel por quien nunca estuvo en la vía...
Gracias!