Cuando le dije a mi mejor amiga que no tenía ganas de estudiar, ella inmediatamente lo supo: depresión!!!
Esa es la única forma de que mi cerebro desista de su afición innata por estudiar todo lo que se pueda y lo que no, también.
Entonces aquella vez por mis pies visité por segunda vez un psiquiatra... Y éste me dijo que el tratamiento sería de seis meses. Pero yo estaba segura que necesitaba también una psicóloga, así que por enésima vez visité una...
El hecho es que soy la cosa más reaccionaria. Pensé que con un par de meses de tratamiento y alejándome de la causa del sufrimiento todo estaría ok. Ya empezaba a salir con los amigos, a vestirme como antes, a tomar unas copas, a sonreir y mirar a la cara a la gente cuando caminaba por las calles... Pero sobre todo, a vivir sin el motivo de mi desdicha: mi ex!.
Hace unos días tuve visita en casa. Una mala noticia, demasiado confusa para ser verdad, cayó sobre mi y mi vida, en tierras movedizas aún, me hizo ahogar en mi propia sopa de confusión.
Qué hace uno cuando toda la verdad que sabía se destruye?... Qué se supone que hace uno cuando es avergonzado en público por una verdad a medias que nadie más que tú conoces?... Qué se supone que debía hacer? defender lo indefendible o callarme como lo hice?...
Entonces guardo un secreto que en el aire se percibe como vox populi... No puedo dormir, no puedo comer, no quiero estudiar... Mis días de bunker han vuelto y no quiero salir de allí.
Confieso que he vuelto a la medicación y que me llevará tiempo romper el cascarón en el que me he vestido... Apenas si quiero respirar...
Cuánto tiempo más he de estar así?... Ahora es la constante.
Cuando llegará la brisa otra vez?, cuando las noches de calor junto al mar, el vino y el puro?... Cuando el códice estará en mis manos otra vez?...
Cuando el tiempo haya terminado, yo sabré que la verdad no es lo que quieres ver, sino lo que es... Que todo sacrificio es válido... Que todos tenemos un bunker, visible o no, en el que nos refugiamos como último aposento al que no dejamos oportunidad de entrar a más nadie, es sólo nuestro, nuestro espacio pequeño de soledad en el que nos encontramos con nosotros mismos...
No quiero salir de mi bunker... Vuelvo a él para hacerme fuerte, para no ser tan vulnerable... para sobrevivir a mis luchar, mis propias guerras internas, en las que muchas veces he salido lastimada... Vuelvo a mi bunker, a hacerme fuerte, a mudar de piel, a crecer en silencio...
No hay más explicaciones, no las hay.
Sólo he vuelto al bunker... déjame allí, a su tiempo yo sabré cuando he de salir...
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