4 de marzo de 2011

Entrevista a Maricielo Effio

En estos momentos es que historias como esta me hacen reflexionar acerca de lo que realmente quiero. El haber hecho felices a mis padres durante cada día de mi vida me ha llevado a dejar de lado la brújula que me guía hacia mi propia felicidad. Hoy que intento darle un giro a mi vida, mis padres se oponen terminantemente a eso. Leyendo esta historia me doy de cara con la realidad.
Mi historia no es la única, hoy no será la más sólida, la más fuerte ni por la que alguien, a parte de mi y de mi propio Ernesto, quisiera apostar.
Pero antes de dar paso a mi nuevo relato, quiero pegar aquí una entrevista que le hiciera la sección Ellos y Ellas de la revista Caretas a Maricielo Effio sobre su historia de amor.

El amor puede llevar a un hombre a meterse en la maletera de un Hyundai Coupe azul. Ernesto Pacheco lo hizo por Maricielo Effio, actriz, bailarina y ex Paquita peruana. Pero no nos detengamos en la anécdota sin antes haber contado la historia que se inició en el 2001, cuando un beso robado en los camerinos del teatro Montecarlo marcó el inicio del romance. Con ese acercamiento sorpresivo, Ernesto, actor, coreógrafo, cantante y productor artístico, confesaba la atracción y los sentimientos que tenía hacia Maricielo Effio. Ella, hecha un témpano, supo que las confesiones son un velo de buenas intenciones. Siete meses después de salir se hicieron novios, mantuvieron su relación secretamente durante tres años y luego comenzaron los problemas. “‘Romeo y Julieta’ al lado de mi historia es un chancay de a veinte”, comenzó ella, en una mesa del Starbucks en San Isidro.
–¿Qué hacía Ernesto dentro de la maletera de tu coche? 
–Ahora lo recordamos con gracia, pero en el momento fue cosa seria. Mi padre no podía saber que salía con él, y hasta el día de hoy no aprueba mi relación. Como Ernesto, mi novio, no podía ir a recogerme, nos encontrábamos a escondidas unas cuadras más allá. De no haber sido que a Ernesto se le ocurrió meterse en la maletera del carro, nos encontraba. ¿Te imaginas? Eso hubiera sido un gran problema.
–Tu papá debe tener sus razones para no aprobarlo. 
–En realidad no las tiene. Si Ernesto me faltara el respeto, si no fuera un hombre trabajador, si no me quisiera, entendería a mi papá y le daría toda la razón. Pero ni siquiera se ha tomado el tiempo para conocerlo, para conversar con él, para darse cuenta por qué ese hombre me hace tan feliz. No le ha dado esa oportunidad, y no me parece justo.
–¿En nueve años nunca hubo algún acercamiento entre ellos? 
–Ernesto lo ha tratado, yo también; pero siempre han terminado siendo encuentros frustrados por mi padre. No sabes cuánto me entristece eso, que mi padre no lo acepte. Uno es el hombre con quien quiero pasar el resto de mi vida, y el otro es quien me dio esa vida. A ambos los quiero.
–No entiendo, ¿entonces cuál es el problema? 
–Mi papá es un hombre convencional, un tanto cuadriculado. Tiene esta idea de que seré más feliz con un abogado, un médico o un economista. Hubo oportunidades donde mis papás me hacían ‘corralito’ con personas que a ellos les parecían convenientes para mí, pero no me movían nada, no me interesaban en lo más mínimo. Ernesto es artista como yo, y mi padre cree que no me merece.
–No debe ser fácil estar a un paso del altar y con la familia dándote la espalda. 
–Gracias a Dios mi madre está conmigo. Y sí, no es fácil, porque además de mi padre, mis hermanas tampoco están a mi lado. Para una mujer es importante tener el apoyo de la familia cuando va a dar un paso importante como es el matrimonio. Me apena mucho que no estén felices por mí, este es el mejor momento de mi vida y siento que ellos no están conmigo. Yo los quiero, son mi familia, pero he pasado por muchas cosas, con decirte que he escondido esta relación a mis padres por tres años y medio. Pero ¿sabes qué? Esta vez me toca a mí ser feliz.
–El sueño de toda mujer es que su padre la entregue en el altar el día de su boda. ¿Lo hará? 
–No lo sé. Pero me encantaría, tenerlo a él y a mis hermanas en mi matrimonio. Tengo dos sueños. Uno es casarme con Ernesto en la misma iglesia donde se casó mi mamá, en la parroquia de San Felipe Apóstol de San Isidro. El otro es que mi padre me lleve al altar y que toda mi familia esté ahí. Que todos los problemas sean superados.
–Tu partida a Miami en el 2007 fue como un escape de estos problemas... 
–Sí. Llegó un momento en el que me harté de todo, quería irme lejos y tener una nueva vida. Se lo planteé a Ernesto, le pregunté si venía conmigo. Me dijo que sí. En Lima ya vivíamos juntos y sin la aprobación de mi familia. Teníamos nuestras cosas, cosas que compras para un departamento de novios. Lo vendimos todo, juntamos dinero entre los dos y nos subimos a un avión.
–Y las cosas mejoraron. 
–No, a los seis meses terminamos. Si bien estábamos juntos, también estábamos lejos de nuestro país, con nuevos problemas, de adaptación. Sobre todo, nuestra llegada a Estados Unidos coincidió con la crisis económica, no había trabajo. Nos desencontramos. Discutimos, cada uno se fue por su lado, el viaje no ayudó. Aunque, sabes, sí, de alguna manera ayudó. Porque a pesar de estar separados no perdimos la comunicación, por lo menos yo tenía la necesidad de hablar con él siempre.
–¿Volvieron a Lima juntos? 
–No, volví sola el año pasado. Él se quedó en Miami, consiguió trabajo como productor artístico, le comenzó a ir muy bien.
–¿Y cómo así se reencontraron? ¿Cómo volvieron después de su separación? 
–Tres meses después de mi regreso, una noche, lo llamé: “Te extraño, quiero casarme contigo”, le dije. Poco tiempo tuvo que pasar para que él estuviese acá poniéndome el anillo. Me di cuenta que ninguno de los dos nos habíamos dejado de querer en ese tiempo. Dejó su trabajo y todo allá para volver.
–¡Ese hombre te sigue a todas partes! 
–Es la mejor persona que he conocido, eso no lo dudo. Tengo mucha suerte. Por eso lo amo. Es por eso también que ahora le doy vuelta a la página de los problemas y pienso solo en los dos. Ahora me toca a mí formar mi propia familia, y me hace feliz hacerla con él.
–¿Hijos? 
–¡Por supuesto! Uno por lo menos, y tres máximo.
–¿Qué es lo que más te gusta de Ernesto? 
–Que me conozca tanto y también poder conocerlo como él a mí. Él sabe esas cosas que parecen mínimas pero que después de todo son importantes, son detalles, y él es un detallista. Sabe, por ejemplo, que mi sueño es ligero, que me gusta el cebiche que prepara, que me siento más cómoda con la ropa holgada, que no puede faltar Coca Cola en la refrigeradora y que me encanta que me lleve canchita a la cama cuando vemos películas los domingos, jajaja.
–¿Cómo te imaginas en unos años, cuando ya estés casada y con hijos? 
–No lo sé. Pero lo que sí sé es que algún día me pondré a escribir mi historia, todo lo bueno y todo lo malo. Lo único que quiero es que tenga un buen final. Uno feliz.

5 Razones Para Casarme


1. Porque sabe hacerme reír. Porque me engríe y porque es bueno, y también sensible.
2. Porque su amor hacia mí estuvo presente sin ninguna condición desde que lo conocí hace nueve años. Y eso sigue vigente hasta el día de hoy.
3. Porque me ha acompañado en todo momento. No importaba si era el más feliz de mi vida o el más triste, siempre estuvo ahí.
4. Porque me conoce a la perfección. Y porque así también lo conozco a él.
5. Porque es capaz de hacer lo que sea para que yo esté feliz. Pero también porque es un hombre inteligente, luchador y un gran profesional.